Espacio y Tiempo de Amor - Paz -Luz

La otra cara del amor

Solía pensar que la otra cara del amor era el odio. Ahora me parece que odiar es un amor de mal humor. Es un amor frustrado por alguien, en contra de algo que no salió como lo esperábamos, pero en el fondo eso sigue siendo todavía importante y amado, porque si no lo fuera, no nos dolería.

Cuando alguien experimenta, por ejemplo, celos, ¿está simplemente siendo celoso o son los celos producto del miedo? Miedo a ser suplantad@, miedo a la traición, a la pérdida, al abandono… Estoy convencida de que los celos son el síntoma y el miedo es la enfermedad.  Además, creo que el miedo no nace del corazón. 

El corazón es un manantial hecho para albergar únicamente amor, mientras que la mente es responsable de albergar ideas. Y es de allí de donde brotan nuestros miedos, pues son el producto de lo que pensamos. Un tren de pensamiento nos lleva a creer que la persona a nuestro lado nos va a engañar porque encontró a una pareja más educada, más joven, más sexy o más cualquier otra cosa. Es irrelevante cual excusa la mente use para encender el motor de los celos, lo interesante es que, quien los sufre, los justifica. 

No obstante, para perder algo se supone que debimos primero haberlo poseído. En teoría, dos seres que han decido estar juntos por mutuo acuerdo no se poseen entre sí. El amo posee al esclavo, pero cuando el amor es verdadero, solo hay unidad. No cabe la esclavitud. Lo contrario significaría ejercer poder: “eres mío”, “me perteneces” son frases usadas en el coro de las dinámicas de poder enraizadas en el miedo.

Una vez el miedo empieza a ganar terreno, las uniones van descomponiéndose. Así, las garras de la posesividad nos enganchan al otro- ya sea por temor a la soledad, a la separación, a lo desconocido, al qué dirán o cualquier alegato que la mente prefiere convertir en razón para salirse de su estado original, que es el más puro amor. 

Sin embargo, el miedo nos hace recurrir al apego, este a su vez a la posesividad y de ahí a los celos, los celos a la desconfianza, y así (como una fila de dominós que van cayendo en cadena), el miedo empieza a colonizar nuestro interior, saqueando la luz y construyendo infiernos responsables de actos terribles. La duda, el abuso emocional, el acoso son hijos todos del miedo y son lo opuesto al amor. Ese mismo amor que tuvimos cuando estábamos recién nacidos, antes de que empezara el proceso de domesticación. De ese AMOR procedemos y es la fuente de todo lo que es.

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